domingo, 4 de diciembre de 2011

La semilla se vuelve árbol.

 Me siento extraño, poco a gusto conmigo mismo, no me siento nada realizado, necesito cambios.
 Aunque quizás solo sean síntomas de la metamorfosis hacia la madurez, últimamente no puedo confiar en nadie (familia, <<mejores amigos>>). Sí, sí habéis leído bien <<mejores amigos>>. Va entrecomillado y supongo que no debo explicaros el por qué (ya tendréis constancia de experiencias semejantes, ¿no?).
 Demasiadas desilusiones, rencores y antiguas cicatrices retornan de nuevo en forma de recuerdos tenaces. 
 Me encuentro perdido en un mar de ideas de las cuales solo tienen importancia unas pocas, pero yo me preocupo por todas y cada una de ellas. 
 Quiero alejarme de lo material. 
 Vivir, como un nativo-americano o monje tibetano (en contacto con la naturaleza) morar en armonía con lo que me rodea sin limitaciones ni preocupaciones más que las de respirar y ser libre, pero con la disciplina y el honor de un samurai cuyo único camarada lleva siempre a rastras, su katana. 
 Una katana mágica capaz de separar el bien del mal que me permita contemplar el interior de las personas. 
 Apreciar más allá de la mera apariencia física y material, aquella que todo corroe con falsa gentileza.   
 Personas a las que no les guardo ningún rencor sino compasión. Personas que recorren el camino de la codicia y de lo material...
 ¡Y acercarme! Acercarme a aquellas almas realmente puras y bondadosas, para poder aprenderlo todo de ellas y no ser una victima más del engaño.

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